La naturaleza, esa fuente de inspiración inagotable. Paisajes campestres, marítimos, urbanos… Todos ellos reflejo de las diferentes épocas que fueron transcurriendo a lo largo de la historia, testigos mudos de aquellos que decidieron retratarlos. Sueños de pintores, de artistas, que supieron plasmar las sensaciones que sus alrededores les evocaban. Aquí presentamos algunos de esos destinos que lograron convertirse en musas.

Arlés y Vincent Van Gogh

La ciudad de Arlés, situada en el sur de Francia, sirvió de inspiración para diversos artistas y, quizá, uno de los más destacables fuera Vincent Van Gogh. Tras instalarse en ella en 1888, atraído por los colores de sus casas, sus estrechas calles y la inexplicable luz que desprendía, al cabo de un año, el pintor ya había creado más de 300 obras; entre ellas, piezas tan conocidas hoy en día como “Los girasoles”, “La silla de Van Gogh” o “La casa amarilla”, todas ellas realizadas en la propia casa en la que vivió, o “Terraza de café por la noche”, en la que retrataba el ambiente nocturno de la localidad en la Place du Forum. El puente Langlois, el puente Trinquetaille, los jardines de bulevar de Lices fueron otros escenarios que también sirvieron de inspiración al autor.

Oslo y Edvard Munch

Muchas son las teorías que rodean la obra más conocida de Edvard Munch, “El grito”. Su cielo ondulante, de vibrantes colores, sigue sin tener una fuente de inspiración definida e indiscutible; sin embargo, de lo que no cabe duda, es de que la capital Noruega fue el telón de fondo para una de las pinturas más famosas y valoradas del expresionismo. Munch, que vivió al noreste de la ciudad, en el barrio de Grünerløkka, explicó en su diario que, mientras paseaba con dos amigos por la colina de Ekeberg: “cuando el sol se puso, el cielo de repente / se volvió rojo sangre (…) Sobre el fiordo azul y negro y la ciudad, las nubes flotaban como sangre y unas lenguas flameantes de extendían por el cielo”. Es por esto que se sabe, que el paisaje representado en su gran obra, son las vistas desde la colina hacia el fiordo de Kristiania.

Tahití y Paul Gauguin

Fueron muchas las ciudades que tuvieron influencia en la obra de Paul Gauguin – Copenhague, París, Arlés, Panamá…-, pero no fue hasta que el pintor decidió dejar la sociedad burguesa y occidental atrás, con la frustración artística que esta le imponía, y adentrarse en la naturaleza salvaje de Tahití que comenzaría a crear las obras más representativas y destacables de su carrera. Los paisajes vírgenes, la nueva cultura y forma de vida que le rodeaba y la población local inspiraron al artista para crear cuadros tan famosos como “Mujeres de Tahití”, “Arearea” (informalmente conocida como “El perro rojo”) o “¿De dónde venimos, qué somos, dónde vamos?”, entre muchas otras. Tanto influyó la cultura tahitiana en la vida del pintor, que tras ir y volver durante años a la isla, decidió pasar sus últimos años allí, rodeado de la libertad de la naturaleza que no halló en ningún otro lugar del mundo.

El Monte Fuji y Katsushika Hokusai

Si bien fue desde la prefectura de Kanagawa, muy cercana a Tokio, que el artista japonés Katsushika Hokusai captó la estampa para “La gran ola”, fue el majestuoso Monte Fuji lo que inspiró esta famosa obra, que forma parte de su serie de grabados en madera titulada “Fugaku sanjūrokkei” (“Treinta y seis vistas del monte Fuji”). Este grabado, que fue creado durante el período Edo, muestra el monte Fuji nevado frente una gran ola que se cierne sobre tres oshiokuri-bune, embarcaciones rápidas que se utilizaban para transportar el pescado vivo, que se encontraban en Kanagawa en el momento de la representación. Gracias a esta original obra, Hokusai se hizo internacionalmente conocido.

 

Cadaqués y Salvador Dalí

Con diecinueve años, antes de que el surrealismo inundase su obra, Salvador Dalí dedicó diversas pinturas al pueblo del Cadaqués, una antigua localidad pesquera de la Costa Brava en Girona, donde pasaba los veranos con su familia. Su playa, las callejuelas laberínticas de su casco antiguo y el paisaje que componen sus casas blanquecinas inspiraron al artista a crear cuadros como “La Jorneta (paisaje de Cadaqués)” que muestra la admiración de un joven Dalí hacia el cubismo, o el famoso “Figura en una ventana”, en la que representó a su hermana Anna María asomándose a la ventana que daba directamente al mar, desde la casa que la familia tenía en el pintoresco pueblo del artista.

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